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Archive for the ‘trafico’ Category

Bueno… o malo?

En la Roma antigua la homosexualidad entre hombres se consideraba normal y el «yacer» con mujeres estaba mal visto.

Actualmente unos 70 países tipifican la homosexualidad como delito.

Matar está mal, pero en tiempos de guerra nos enseñaban que matar al enemigo estaba muy bien.

Miles de películas, historias y hasta (y especialmente) los cuentos infantiles nos diferencian muy claramente los «buenos» de los «malos».

Pero… ¿qué es el mal?

Las personas religiosas lo tienen muy fácil, puesto que tienen una religión que se lo dicta muy claramente, ya sea en 10 mandamientos o en otro tipo de listados…

Pero, ¿y para alguien que se cuestiona todo y no acepta listados establecidos?

Imagina a una persona que vive sola en el desierto. Intenta imaginarla como una persona malvada, haciendo actos malvados, allí en su soledad…

A mi se me hace difícil, porque la maldad para mí sólo tiene sentido cuando es dirigida hacia otra persona (o animal… o ser vivo). ¿De qué otra manera, sino, se puede entender la maldad?

Porque en realidad, no puedo evitar pensar que el bien o el mal sólo tienen sentido como acto social. Aquello que llamamos «malo» es, en realidad, algo socialmente inaceptado. Lo que define el bien y el mal es la convivencia, son aquellas normas que fijamos cuando empezamos a vivir en sociedad para que esa convivencia sea posible e, incluso, agradable.

¿Está mal matar a alguien? Sólo en la medida en que si fuera algo normal y aceptado viviríamos en constante miedo de ser asesinados… como ha pasado en otras épocas y sociedades. Se vive mucho mejor si sabemos que es algo tan «malo» que casi nadie lo hace.

Y esas normas, las más esenciales al menos, se nos dictan y graban desde muy pequeños. Nuestra naturaleza, como buenos animales que somos, y que se refleja muy claramente en nuestra infancia, es egoista, violenta y territorial. Pero desde antes de tener uso de razón se nos graba a fuego que hay que ser generoso, que la violencia es muy mala y que hay que aprender a compatir… ¿Por qué? Porque cuanto más apliques eso, más contribuirás a que tu convivencia con los demás sea mejor y más socialmente aceptado serás. Pero se nos graba tanto que al final se convierten en inhibiciones. Nos cuesta hacer el mal, porque tenemos inhibido el hacerlo… unos más que otros, claro.

Y para esa grabación, no hay nada como la religión. ¿Qué es más fácil, explicarle a un niño que debe ir contra su naturaleza para que la sociedad funcione mejor o decirle que hay un ser todopoderoso que todo lo ve y que si no cumple las normas lo castigará de forma terrible?

Pero somos humanos inteligentes (más o menos) y podemos tener control sobre nuestra mente y sobre nuestras inhibiciones hasta el punto de superarlas, y no es tan difícil llegar a la conclusión de que mola que los demás cumplan las normas para que yo viva tranquilo, pero que si yo me las salto puedo sacar gran provecho. Una vez que no se cree en el infierno y que se descubre que no existe el «mal absoluto», una vez que los demás nos importan una mierda y perdemos por completo el sentido de la empatía, entonces no pasa nada si mato a alguien, o robo, o violo, o golpeo, o…

Y a esas personas las llamamos psicópatas, porque han decidido no seguir las normas de la sociedad y no sienten nada por el dolor ajeno, o incluso sienten placer. Llegados a ese punto, pueden ser personas muy peligrosas dentro de la sociedad.

Así que…¿cómo conseguimos que se cumplan esas normas?

Como decía, por un lado está la religión que bajo amenazas de castigos terribles y premios maravillosos como 70 vírgenes para la eternidad, consiguen que cumplamos sus mandamientos, que en muchos de los casos son normas lógicas de convivencia (la moral occidental, que es la más extendida, se basa claramente en la moral judeo-cristiana). Aunque también hay unos pocos casos en que las religiones (o sus malas interpretaciones) pueden fomentar el odio y la violencia.

Por otro lado están las leyes, que nosotros dictamos y que fijan estas normas (variables según la época y la cultura) y castigan su incumplimiento.

Pero, sobre todo, es la sociedad misma la que vela por su cumplimiento, reaccionando y escandalizandose ante actitudes antisociales. Ese papel es fundamental, puesto que es lo que más puede frenar a un individuo a realizar acciones socialmente inaceptadas, por miedo a la reacción de los demás.

Ayer estaba en el teatro viendo ‘El encuentro de Descartes con Pascal joven’ y en el momento de mayor silencio en escena, de mayor tensión y trascendencia, pensé… hay cientos de personas aquí cada día… en total miles de personas (entre las que habrá gente de todo tipo) viendo este momento, y prácticamente jamás se da el caso de que alguien decida cargarse este intenso momento poniendose a hablar en voz alta o a bailar sobre la butaca o a reírse… porque sería algo tan extremadamente inaceptable que todo el resto del público reaccionaría contra esa persona.

Últimamente me he propuesto firmemente conducir de forma más relajada. Soy motero y es muy habitual sufrir los cambios de carril brusco, el nulo uso de los intermitentes, el incumplimiento de las nomas… (los moteros tampoco somos un ejemplo de buena conducción, lo sé).

Hasta ahora mi reacción era siempre de rabia, pitos y gestos de indignación, mucha indignación. Pero como digo, estoy tratando de reducir mi nivel de rabia e indignación al minimo posible, cediendo el paso incluso cuando tengo prioridad, no yendo jamás a más de 50km/h en ciudad, no realizando maniobras bruscas… de esta manera intento contribuir con mi granito de arena en esa sociedad idílica (y utópica) que todos deseamos.

Pero mi duda surge en el momento en el que un conductor hace una maniobra incorrecta, ilegal y peligrosa para mi vida y la de mi «paquete»… ¿debo sonreirle como si no hubiese pasado nada? ¿debo indicarle con educación que lo que ha hecho está mal para que me conteste con un gesto obsceno? ¿o debo dejar que se desate mi indignación para contribuir a dejar claro que lo que acaba de hacer está «mal»?

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